Compra de un cachorro de raza

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El Kennel
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Elegir la raza adecuada de un perro es un factor muy importante que se ha de tener en cuenta a la hora de adquirir un cachorro para nuestra familia.

Todo perro es un cánido y como tal es un ser vivo depredador con unos instintos y exigencias propias de su especie. Pero desde hace milenios, desde el momento en que el ser humano encontró al perro, inició la tarea de la selección de unas determinadas características que los canes ya poseían para unos fines que satisfacían las necesidades y deseos humanos. Rasgos básicos, características innatas propias de los canes y que el ser humano «reformó» potenciando unas cualidades y neutralizando otras. Ello dio nacimiento a distintas las razas.

Probablemente los humanos comenzaron a seleccionar los primeros apareamientos de los perros hace aproximadamente 12.000 años.

Somos los seres humanos los que hemos creado las razas. La raza es un arquetipo a través del cual nuestros perros tienen un temperamento y un aspecto estético determinado.

De ello se deduce que cuanto más pura es la raza de un perro, cuanto más exigente es su línea sanguínea, cuanto más inteligente ha sido su selección genética, más fuerte es el arquetipo de raza que representa y por tanto más certeza y seguridad se tiene de su temperamento, su carácter y de su belleza o armonía estética. Pero no hemos de olvidar que, igualmente, cuanto más pura sea la raza de un perro más necesidad tendrá ese perro de satisfacer los fines de la raza para la que fue creado y más impulsado estará a obedecer este instinto.

Por ejemplo, los perros de rastreo como el Beagle se crearon con sus extremidades cortas para que estuvieran más cerca del suelo y con un gran potencial olfativo.

Un perro de rastreo necesita, más que cualquier otro, actividades donde pueda utilizar su nariz.

Los perros que han sido criados para cazar necesitan, para esta labor, grandes dosis de energía y por lo tanto la mayoría de ellos son perros muy activos que necesitan a diario gastar esta energía y correr libremente. Lo mismo podríamos hablar de los perros pastores como el borde collie. Estos grupos de cánidos no deberían permanecer horas en casa sin hacer nada o olvidados en el jardín por muy grande que este sea. Es absolutamente necesario que estos perros gasten diariamente esa energía y se les planteen desafíos psicológicos para vivir con pleno equilibrio.

La familia de los terrieres, aunque algunos son de pequeño tamaño, no hemos de olvidar que poseen gran actividad. Fueron seleccionados para cazar roedores y pequeños mamíferos para ello pueden escarbar la tierra si fuera necesario, máxime si disponen de un caprichoso jardín. Debido al reducido tamaño de algunos terrieres son canidos populares y de moda. Con frecuencia las familias piensan que debido a su pequeño tamaño no tienen grandes necesidades de ejercicio físico. Al contrario, el terrier necesita mucho ejercicio para dar salida a alto nivel de energía sino mostrará un comportamiento neurótico, dominante y nervioso.

Esto que se acaba de escribir es muy importante conocerlo cuando se adquiere un cachorro de raza. Con frecuencia la familia que compra un perro comete el error de eligir una raza u otra por moda, por atracción estética o por otros motivos no reflexivos.

Esta reflexión profunda y honesta sobre nosotros mismos, nuestra forma de vida y lo que podemos ofrecer a un perro es pieza central antes de adquirir el cachorro.

Por lo tanto la persona que compra un perro ha de estudiar con exigencia y con sinceridad el temperamento que tiene la familia, el estilo de vida que lleva y si ello armoniza y puede satisfacer las necesidades del perro que eligen.

La persona necesita reflexionar acerca de la raza del perro más adecuado para su vida hasta llegar al perro que con precisión necesita. Ha de investigar, leer y releer sobre la raza que le interesa. Esta información es trascendental para el buen acierto. El perro es un miembro de la familia y como tal transmite unas cualidades y unas virtudes en la relación. Pero igualmente el perro, como miembro de la familia, es poseedor de unas necesidades que precisan ser satisfechas para el equilibrio del conjunto.

Nada del tiempo y el esfuerzo que se destine a la elección de la raza es tiempo y esfuerzo baldío.

La gran virtud perro de raza, más cuanto más cuidada está su genética, es ofrecer y garantizar a la familia una certeza y una seguridad impagable con relación al carácter, la actitud y el comportamiento que se espera del perro. La labor genética que lleva en su sangre el ejemplar de raza ha eliminado unos rasgos y características para potenciar otros. Por ejemplo la dominancia, la energía alerta son favorables a un perro de trabajo pero no para un cánido de compañía. La filantropía y el apego son condición necesaria en el perro de compañía pero no tanto para el perro de guarda. Una selección de alta energía es imprescindible para el perro de caza pero no para un perro de asistencia.

El perro de raza, con relación al mestizo, es poseedor de esta estabilidad y certeza de elegir un concreto temperamento y carácter. Esa certidumbre, esa confianza en el perro que se adquiere es el maravilloso trabajo milenario que la humanidad ha realizado para dignificar la raza. Dentro del ejemplar de raza está el talento de millones de mentes que tras miles de años han pulido, como una maravillosa obra de arte, la psicología y el temperamento de ese grupo.

Una vez elegida la raza adecuada, -no existe la raza perfecta sino la «adecuada» y esta es la que más se ajusta y adecua a nuestra forma de vida y a nuestro carácter-, el siguiente paso, antes de adquirir el perro, es elegir y encontrar el criador donde vamos a comprar nuestro compañero para muchos años. Internet abre infinitud de posibilidades, algunas acertadas y otras cuestionables. Hemos aprender distinguir entre el criador aficionado y el que ofrece su vocación y su vida a la raza.

El hogar donde nacerá nuestro perro ha de ser un lugar digno de respeto que represente un modelo de relación ética del ser humano y los animales. El criador responsable se toma tan en serio la felicidad de los animales con los que vive como su propia felicidad; tan en serio las necesidades vitales de sus animales como las suyas propias. Este aspecto referente a la calidad de vida de la madre de nuestro cachorro es pieza angular de la que el criador ha de dar fe.

El criador, además, ha de mostrar con sus ejemplares de crianza la selección de caracteres y rasgos que particularmente selecciona en la raza. Los valores y virtudes que para él tienen un orden prioritario, aquellos que están en un lugar menos relevante y aquellos que elimina en la crianza. Sus ejemplares de cría han de ser dignos representantes de estos atributos. El comprador esto ha de verlo y confirmarlo.

Por este motivo es fundamental constatar, por parte del comprador, que el criador convive con sus perros y que sus perros son parte de su propia familia. No es para nosotros útil el criador que ubica sus ejemplares reproductores en el jardín, en la trasera de la casa o en el garaje, en casetas o jaulas. No es útil para nosotros un criador que sus ejemplares viven en una instalación propia para el este fin. No es útil para nosotros ningún lugar de vida de los reproductores que no sea el epicentro de la vida doméstica y diaria de la familia.

Si este aspecto de convivencia diaria con el perro (no sólo con el cachorro sino con sus progenitores) no está presente, el criador no conocerá con precisión el carácter de sus perros. Si no conoce con profundidad su carácter no puede hacer una buena selección. Además, si no convive con sus perros, soportará fácilmente aspectos que necesita eliminarse de una buena selección de la cría como es el nerviosismo, el ladrido, la inestabilidad o la excitabilidad. Si el criador no convive con sus perros estos aspectos del carácter, no serán un inconveniente para él.

La persona que compra un perro ha de evitar la compra sentimental, impulsiva, irracional o favorable económicamente. El perro, a diferencia de cualquier objeto, no es inanimado. El animal que la persona compra le acompañará durante muchos años y establecerá con él relación estrictamente íntima, personal y profunda. El perro dentro de la familia ofrece una transmisión constante de valores y virtudes o de problemática y sufrimiento.

La persona que compra un perro ha de ver y comprender el incalculable valor que tiene la alta selección de la sangre del animal de raza y la crianza basada en principios éticos de relación. La persona que compra un perro ha de ser moral con aquello que su mente ve y comprende.