mi reflexion

Olvidamos cuál es nuestra procedencia en estos momentos de la historia. Nuestro entorno nunca fue el cemento, los edificios o los humos de las ciudades sino, más bien, la naturaleza poblada de animales.

Todas las personas conocemos el gozo que produce el espacio verde y natural, mucho más cuanto más virgen se mantiene.

 Nos produce una alegría fresca  y auténtica cuando observamos la gracia innata de los animales.

No podemos borrar de la memoria que hemos compartido con ellos millones y millones de años.

En definitiva, nuestro cuerpo y nuestros sentimientos están más adaptados a esa compañía que a la del ruido, la máquina o el hormigón.

Comprobamos claramente que el número de animales domésticos ha aumentado en las ciudades, convertidas en espacios superpoblados. Parece una paradoja que, en este medio tan colapsado de ocio y de personas, haya quienes vuelven a mirar hacia el animal, a la búsqueda de su compañía, su amor estable y duradero.

Es muy importante y esperanzador percatarnos de los profundos beneficios que se desprenden del contacto con un animal.

De hecho, expertos médicos ya lo recomiendan para las personas de edad avanzada, solitarias o con problemas mentales. Hasta las estadísticas revelan que viven más alegres, más despiertas y más sanas.

Lamentablemente, pensamiento y filosofía han dedicado muy pocos de sus recursos intelectuales a comprender qué es el animal y qué trasciende a la naturaleza humana de sus relaciones con ella.

Se nos ofrecen por doquier amplias explicaciones y documentales sobre las formas de supervivencia de las distintas especies. Pero solo se refieren a los aspectos propiamente zoológicos y primarios.

Por otro lado, disponemos de información, que es absolutamente necesaria, sobre el trágico destino de muchos animales, víctimas del maltrato por parte de los humanos. Más puntualmente, se mencionan también las hazañas que algunas criaturas, especialmente canes, han hecho por sus dueños y la fama que han conseguido. Merece la pena conocer estas circunstancias.

                                             Sin embargo, existe una realidad decisiva pero ignorada en los estudios que versan sobre animales. Me refiero al impulso y enriquecimiento que aporta a la vida de la persona que convive con ellos.

En consecuencia, resulta imprescindible acceder a otros conceptos y categorías del pensamiento que nos permitan profundizar en la relación de la persona y el animal.