Educación canina mediante observación, límites y creación de hábitos

El adiestramiento de nuestros perros
El adiestramiento de nuestros perros
19 mayo, 2025
Educación canina mediante observación, límites y creación de hábitos

Educar no es actuar sobre el perro de la manera que estamos acostumbrados. Educación canina mediante observación, límites y creación de hábitos: esta es la base desde la que trabajamos. El buen educador y la educación canina no tienen un manual previo de cómo actuar en una situación determinada. Tampoco disponen de un recetario. En esas formas educativas, el profesional estará cerrado y su información será caduca, sin apenas relación con el perro concreto.

La educación canina es observar mucho al perro, establecer límites claros y consistentes, ser paciente y, resultado de ello, crear el hábito. Por ello, desde Santitisi queremos que conozcas nuestro punto de vista sobre como hacerlo.

Aprender a observar

Nuestro primer gran desafío es aprender a mirar, con interés y ganas de conocer, a nuestro perro. La observación es la herramienta de conocimiento más importante que tiene un educador.

Educación canina mediante observación, límites y creación de hábitos no hace referencia tanto a un compendio que el dueño del perro pueda aprender para aplicar en momentos determinados, sino al desarrollo integral de la persona en sí misma.

El rol del educador

El educador necesita despertar sus cualidades internas. Entre otras cualidades, una manera de mirar sensible y penetrante. El perro aporta toda la información apropiada para su educación, no un formulario de otros perros anteriores.

Por un lado, una inercia adquirida nos lleva a castigar o premiar; a actuar en todos los casos sobre el perro, cuando su comportamiento no es adecuado. No concebimos otra forma de solucionar un problema si no es actuando sobre él. El premio y la corrección pueden ser útiles bien utilizados, pero no pueden solucionar problemas importantes de comportamiento por sí mismos.

Actuar sobre el entorno, no sobre el perro

Es nuestro segundo gran desafío: darnos cuenta de que nuestra actuación no debe ser sobre el perro. Más bien sobre el entorno en el que el perro se mueve y vive. Hemos de constatar y confirmar que el perro se educa solo y que nosotros únicamente vamos a estudiar su ámbito para trazar los límites acertados para que no haga nada que no deseemos.

Estableceremos unos límites que impidan determinados comportamientos. En la educación canina mediante observación, límites y creación de hábitos cuanto menos se actúe sobre el perro, mejor. Cuanto menos se le premie, castigue o corrija, también mejor. Una vez marcados los límites, el educador cumple la función de observador y acompañante de este aprendizaje.

El cambio en la relación con el perro

Mediante una educación canina de estas características, se produce un cambio radical en la orientación y en la relación del dueño con su perro. Primero, constatamos que el perro tiene toda la información, toda la verdad que la persona necesita para educarlo.

Esta información es radicalmente actual y el dueño es la persona más capacitada intrínsecamente para verlo. La mejor herramienta de la que dispone es algo propio e innato: su mirada hacia el perro, interesada y mantenida.

Cambio en la relación con el perro

Prestar atención: observar

Educar a nuestro perro, ejercitarnos como buenos educadores, nos abre un mundo nuevo e inteligente: aprender a prestar atención con deseo de conocer. Para que nuestra intervención sea eficaz, real y definida debemos hacer el ejercicio de contemplar a nuestro perro de forma constante y con intensidad. Sin duda, nuestro caudal de conocimientos aumentará.

No se trata de pensar en la cuestión concreta y tampoco de interpretarla. En mi opinión, es algo mucho más sencillo y silencioso: mirar. La observación implementa la conciencia. El poder de la mirada es penetrante, entra en aquello que mira. El pensamiento rodea la cuestión en la que piensa; la mueve constantemente a través de las ideas, pero no la penetra.

El conocimiento surge al mirar

Invito al lector a reflexionar sobre esto que lee. Nos han enseñado que llegamos a la verdad de un asunto a través de pensar mucho en él. Enseguida le damos muchas vueltas cuando queremos alcanzar la solución adecuada. Sin embargo, el camino está equivocado.

El conocimiento aparece realmente en el instante maravilloso que salimos del pensamiento y miramos, con interés, la realidad. En ese preciso momento, de inmediato, rápida y fugazmente aparece la luz de ese conocimiento en un instante fascinante.

Desaparece al punto porque somos incapaces de mantener ese mirar. Pero nos ha dejado una inteligencia nueva. A veces, la denominación es intuición. En efecto, todos sabemos que la intuición nos llega por una vía diferente del pensamiento y de la mente. De hecho, aparece cuando la mente no está operativa. Generalmente, solo es un instante.

Ver más allá de las ideas

En la práctica, piensa en una persona que conoces. Si te quedas en la idea que tienes de la persona, siempre la verás desde ese plano y mañana será igual que hoy y que ayer, con pocas variaciones de sentido.

No obstante, si un día te detienes, dejas a un lado las ideas y lo que crees conocer de ellas; las miras de verdad, con interés, empezarás a advertir cosas en su actitud, su postura, sus gestos, el tono de las palabras… que de hecho pueden ser evidentes, aunque no las habías visto hasta este momento. Esto te dará una información, que no procede del pensamiento sino de la realidad.

Si admites con sutileza esta información, dispondrás de un mayor conocimiento de la persona. Será veraz, real y no fruto de una idea caduca y posiblemente errónea.

Silenciar la mente, activar la atención

Culturalmente, se nos ha enseñado a confiar en nuestra mente para acceder al conocimiento y confiamos en ella para tomar decisiones. Cuanto más complejas y difíciles son estas, más recurrimos a la mente para encontrar la solución. Con ella, queremos comprender y controlar nuestra vida y las circunstancias que la rodean. Es un craso error, que origina muchos quebraderos de cabeza, tensiones, sufrimiento y gran ineficacia en las decisiones.

Precisamente, propongo lo contrario: silenciar la mente y activar la capacidad de prestar atención para escuchar lo que la situación indica. Tenemos esta capacidad conocida, pero muy poco desarrollada, la facultad de mirar y observar en silencio una situación con interés para comprenderla.

Si lo hacemos bien, veremos que nos trasladamos a una zona más profunda y callada de nosotros mismos. Una posición, de hecho, mucho más centrada, en la que podemos tomar mejor las decisiones.

El verdadero protagonista es el dueño

Es habitual que el dueño del perro, cuando tiene un problema con él, no confíe en su capacidad para resolver la situación, máxime si se trata de un obstáculo de cierta envergadura. Sin embargo, el propietario es el único que puede realizarlo. Es parte implicada en la contrariedad que espera resolver, pero además es la persona que puede recabar la información limpia y directa.

Con más frecuencia de la deseable, nos apoyamos en la palabra de un profesional. Su punto de vista puede ser interesante en algunos casos, si bien la pieza determinante en todos ellos no está nunca en alguien ajeno a la relación, sino en el dueño y en el poder para ver la situación. Solo la comprende si penetra en ella y la mira con exigencia.

Observa constantemente a tu perro, sus movimientos, sus gestos, sus intereses, su potencial y sus limitaciones. Nunca lo terminarás de conocer, aunque sigas observándolo. Este conocimiento que adquieres, paso a paso, te indicará las mejores decisiones para tu perro y las circunstancias concretas que lo rodean. El perro, y no un profesional o un recetario, es tu maestro y tú eres el alumno.

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Delimitar desde la conexión

Conoceremos muy profundamente a nuestro perro mediante la observación. No solo sus comportamientos. Percibiremos hondamente al perro no por lo que hace o no; es decir, lo que habitualmente entendemos por conocer. Deberemos conectar con el fondo de su vida, si aspiramos a percatarnos en verdad del perro.

Solamente es posible a través de la brecha que, entre pensamiento y pensamiento, abre la mirada. Al fijar y mantener nuestra atención en él, sabemos su sentir, su verdad y motivación profunda.

Este raudal de vida y propósito nos da una amplia visión para tomar decisiones y establecer unos límites al comportamiento. Desde ese contacto, y solo desde ahí, configuraremos el entorno familiar y social de nuestro perro con la formación de una estructura de límites que no permitirá ciertas actuaciones.